Anualmente tienen lugar una media de cinco procesos constituyentes.
Sin embargo, la doctrina iberoamericana ha prestado escasa atención a la cuestión de cómo realizar adecuadamente un proceso constituyente.
Ello supone un importante vacío, pues una constitución no se caracteriza únicamente por ser un conjunto de normas fundamentales que encabezan un ordenamiento jurídico, en el que se garantizan los derechos en ella establecidos y se instituye una separación de poderes real.
Una constitución requiere de un procedimiento democrático en el que pueda hacerse efectiva la máxima del acuerdo: es un acuerdo de la sociedad sobre cómo debe regirse y gobernarse el Estado.
La legitimidad democrática de origen de una constitución es el rasgo que determina lo que debe entenderse como tal.
En esta obra, Diego González repasa las variables que influyen en la apertura de un proceso constituyente y todas las vías y opciones por las que, desde una perspectiva democrática, se puede optar en cada momento del mismo, así como sus potencialidades y debilidades.